Bluey está entusiasmada por tener su propia habitación. Pero cuando llega la hora de irse a la cama, echa de menos a Bingo y debe encontrar el modo de seguir en contacto con su hermana.

Mamá prepara una carrera de obstáculos en el jardín para divertirse, pero ¡papá quiere competir! Ahora, las niñas están decididas a ganar cueste lo que cueste.

¡Bluey no para de romper sus promesas! Pero después de ver cuánto confía Bingo en la palabra de mamá, Bluey aprende el poder de las promesas y por qué es importante no romperlas.

Bingo está ayudando a mamá a hacer una tortilla para el desayuno de cumpleaños de papá, pero romper los huevos es más difícil de lo que parece, y papá está cada vez más hambriento.

Papá juega a que nació ayer. Bluey y Bingo tienen que ser sus guías el segundo día que pasa en la Tierra. Sobre todo, cuando descubre lo rica que está la comida.

Cuando papá se queja de lo distintas que son Bluey y Bingo, ¡Bluey trama un plan para que se parezcan más y presenta alegremente a Mini Bluey!

Bluey no puede dormir, así que mamá le lee un último cuento. Pero las interrumpe Unicorse, la marioneta más molesta del mundo, a la que Bluey intenta reformar.

Cuando van a un intercambio de curry en casa de Mackenzie cruzando el parque, Bingo y papá tendrán que desafiar a una urraca que se les lanza en picado para proteger su nido.

Bluey enseña a Bingo a usar la magia para que pueda hacer que mamá juegue con ella, pero se le olvida explicarle la regla más importante: ¡jamás hay que usar la magia con descaro!

Mamá y papá se comprometen a terminar con sus aburridas tareas domésticas solo cuando las niñas dejen de hacer el tonto, pero eso nunca ocurre y ellas acaban intentando lo mismo.