¡Viva Varda!
Pocas figuras han dejado una huella tan profunda como la cineasta francesa Agnès Varda, coetánea de François Truffaut o Claude Chabrol. Su obra innovadora y su enfoque único la han convertido en una de las directoras más influyentes del mundo del cine y en una de las pioneras del cine feminista en Europa. Nació el 30 de mayo de 1928 en Ixeller, al sur de Bruselas. Era hija de padre griego y madre francesa. Durante la Segunda Guerra Mundial, su familia se refugió en el sur de Francia, donde la joven Varda ya demostró interés por el arte, la fotografía y la literatura. Comenzó su carrera cinematográfica en la década de 1950, explorando una amplia gama de géneros y estilos, desde el cine documental hasta la ficción, siempre con una voz distintiva y una perspectiva única. Se convirtió en una figura clave de la nouvelle vague, el movimiento cinematográfico francés que desafió las convenciones narrativas y estilísticas establecidas. Sus primeras películas, como La Pointe Courte, demostraron su habilidad para combinar elementos de la narrativa tradicional con un enfoque más experimental y artístico. A lo largo de su carrera, Varda demostró una sensibilidad única para explorar temas sociales y políticos, así como una profunda empatía por sus personajes. Su enfoque humanista se reflejó en títulos como Cléo de 5 a 7, un film en el que, prácticamente en tiempo real, sigue con su cámara a una cantante mientras espera el resultado de una prueba médica. Luego rodaría títulos como La felicidad o Una canta, la otra no y Sin techo ni ley, que es un retrato conmovedor de una mujer sin hogar y por el que ganó el León de oro del Festival de Venecia de 1985.